El Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible tiene en consulta pública un proyecto de resolución a través de la cual pretende declarar el Bioma Amazónico como una Zona de Reserva de los Recursos Naturales Renovables, con el propósito de excluir la minería y los hidrocarburos, como actividades económicas permitidas allí.
En principio la necesidad de proteger los ecosistemas de especial importancia, es incuestionable, y especialmente cuando se indica que la Amazonía es “el corazón de la vida” porque regula el agua y el clima, y es epicentro de biodiversidad en más de 483.000 kilómetros cuadrados que cubren el 42% del territorio del país. Lo que sí es cuestionable, es por qué se protege de la minería y los hidrocarburos exclusivamente. La razón de dirigir la medida a un sector únicamente, es el sesgo y la venta de esa idea de que es la industria de los recursos naturales no renovables, la gran amenaza del ambiente sano en Colombia. Se manifiesta en la página web del Ministerio citando a la ministra del ramo, que la Amazonía podría llegar a un punto crítico de no retorno “escenario en el cual el ecosistema perdería su capacidad de regeneración y se desencadenarían procesos irreversibles de degradación.” Nada se dice de la deforestación que avanza a pasos agigantados, por la siembra de coca, la explotación ilegal y el pastoreo de ganado en la Amazonía. La amenaza para ese Ministerio es la actividad de empresas mineras y de hidrocarburos y, por ello, la resolución debe expedirse con urgencia.
Lo que resulta paradójico es que mientras el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible quiere vender esa idea de considerar a la actividad empresarial minería y de hidrocarburos como la gran amenaza de la naturaleza y los ecosistemas de especial importancia para el país, una empresa minera grande, recibe el Premio Medio Ambiente Caracol, en su décima edición. Cerrejón y su programa “El jaguar regresa a La Guajira y transita en el corredor biológico del agua Wüin Manna”, recibe un reconocimiento a nivel nacional, por un trabajo tendiente a la restauración de ecosistemas, recuperación de suelos y protección de la biodiversidad. Habrá quienes se atrevan a afirmar que sólo arreglaron lo que dañaron, pero no fue así. El daño ya estaba hecho, y el jaguar desde hace décadas no tenía por dónde transitar. Lo valioso en este caso es que, gracias al trabajo efectuado por la empresa, hoy hay reconexión entre la Serranía del Perijá y la Sierra Nevada de Santa Marta con un corredor biológico, que el jaguar transita.
Cuando llegará el día en que se deje de atacar al sector industrial minero, petrolero y energético y se le reconozcan los resultados de sus programas de beneficio mutuo. Esperemos que sea más pronto que tarde. Los malquerientes vienen en un trabajo sistemático de debilitamiento sectorial, tanto en energía, como en hidrocarburos y minería, que está haciendo mella. El marco regulatorio expedido en materia ambiental y agraria, está cerrando la posibilidad de tener empresas exitosas y regiones prósperas, con base en su vocación y riqueza natural. Las autoridades regionales y locales no participan en decisiones que pretenden anular el futuro de sus industrias. Tampoco tenemos un sector oficial que defienda con efectividad la continuidad o que promueva las industrias de este sector. Mientras tanto, la ilegalidad campea, y con una onza de oro a más de 4.400 dólares, no habrá resoluciones, ni discursos que defiendan los ecosistemas del país. Tampoco se parará la destrucción del bioma para sembrar coca ni se detendrá la violencia que acompaña a estos delitos. Se quiere mostrar gestión, pero los resultados sólo se ven en la destrucción del sector empresarial minero-energético, no en las actividades ilegales que sí son la real y verdadera amenaza del bioma amazónico, de la economía y de la seguridad nacional, entre otros.
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